Sunday, February 11, 2007


Otra de fantasmas.....




Hoy no tenía qué hacer. Después de leer varias horas, y ya con los ojos y el cerebro cansados, decidí embrutecerme un rato con la bien llamada caja idiota. Pues bien, debo aceptar con singular vergüenza que sintonicé un filme hollywoodense que se hace llamar "The Skeleton Key". A decir verdad la trama es original. Lástima que no pasa de ser una historia de terror barato adaptado al cine, con un poco de discriminación y todas esas escenas clásicas en las que uno no sabe si reír o llorar....



El punto es que ello provocó una plática con mi madre. Para variar, fue una de esas conversaciones raras en las que uno no sabe cómo sale tanta anécdota rara. Y sí, fue precisamente sobre fantasmas. Yo siempre he sabido que el pueblo donde solían vivir mis abuelos está saturado de este tipo de historias (¿y cuál no?). En el puente se aparecía el mismísimo diablo, en el panteón aparece gente, en el centro Juan Rulfo se oyen cosas en el baño, en la Primaria Benito Juárez murieron algunos niños y asustan a los que estudian ahí. Son tantas cosas que uno termina por dudar si es producto de la vasta imaginación del mexicano o si son verdades paulatinamente ensalzadas por quienes las transmiten.



Sea como fuere, existen determinados individuos que sé que no mentirían. Quizá imaginaron lo que vieron. Pero de que lo vieron, lo vieron.... no me mentirían jamás. Y es justo este tipo de persona la que me contó por vez primera que en la casa de mis bisabuelos... pasaban cosas raras. Resulta que esa persona es mi mamá. Y resulta que la historia fue confirmada por tíos y por mis abuelos, que sé que tampoco mentirían. Carambolas. Estuve tantas veces en el pasillo oscuro de esa casa, con una tranquilidad absoluta.

Y dicen, diiiicen... que veían a una mujer de cabello largo. Y a otra mujer atravesando un muro en la cocina, como si hubiera escaleras. Nunca miraron a nadie, ni dijeron nada. Supuestamente, el esposo de una tía bisabuela aparecía el día desu aniversario luctuoso. Daba unos pasos y desaparecía en la oscuridad. Una noche mi madre se quedó a dormir ahí. Se escuchó un estruendo en la cocina, como si hubieran tirado todos los platos, como si golpearan las cacerolas, como si rompieran los vasos. No había nada. Después supo que la estufa se prendía sola. Entre que los chocarreros y que los que no encontraron la luz, mejor fue decidir llamar a un sacerdote por si acaso esas cosas existían. Y resulta que nunca más volvieron a oír ni ver a nada ni nadie de quien pudiera dudarse que pertenecía a este mundo.



Pues a mi no me gusta creer en esas cosas. La gente del pueblo siempre afirmó que era verdad, porque esa casa solía ser, ni más ni menos que (chan chan chan chaaaan) un cementerio. Como de película. Cuando derrumbaron algunas partes de la propiedad para construir pequeñas casas nuevas, ya no se vio nada (dicen que no se trata de espíritus, sino de imágenes y sonidos que se quedan atrapados entre las paredes, y por eso son frecuentes en las construcciones antiguas). Lo único que recuerdo es que mis abuelitos solían ver luces, pero siempre cuando estaban acostados. Todos creímos que era más producto del sueño que de otra cosa. Y hace poco, cuando Comala fue declarado "pueblo mágico" y el gobierno decidió hacer cableado subterráneo, resultó que en la banqueta había algunos esqueletos. Sí. Así simplemente. Con o sin espíritus, la cosa es que cada vez que jalé las maletas por esa entrada, cada vez que salí a comprar pan con "el gato", y cada vez que fui por leche a la tienda de Pina pasé encima de alguien.



Más allá del miedito natural que todos sentimos al pensar en este tipo de cosas, me quedé pensando. Ni siquiera reflexiono sobre la existencia o no de los muy mentados espíritus ambulantes. De los fantasmas buenos, malos, los que repiten escenas, los que quieren decir algo. Lo que pienso es que, si es que son reales, se trata quizá de un intento por trascender. Tal vez no quieren que los olviden nunca. Por eso aparecen tantas veces, como una forma de hacerse notar, de que los recuerden o que los conozcan. Será que por eso su alma no está en paz. Será que todos buscamos distintas formas de trascender el tiempo. Algunos lo hacen con grandes obras, otros con terribles crímenes, con muestras de afecto o con la simple preservación de su imagen.



Quizá algunos se vuelven fantasmas antes de morir. Deambulando por ahí sin hablar, esperando sólo a que los observadores los noten. Y cuando mueren lo repiten. Quién sabe quiénes son los elegidos. Quién sabe si ser fantasma es una decisión, una necesidad, o un error. Un terrible error que obliga a los seres humanos a quedarse entre el más allá y el más acá para hacerse notar.
Ojalá conmigo no ocurra ese error, y mucho menos esa necesidad. No me interesa hacer grandes obras. Lo único que me gustaría es trascender entre mis seres queridos. Entre esos que me tendieron la mano, esos a los que quiero tanto. A los que adoro por permitirme formar parte de sus vidas.



Por si las dudas, me hago de la vista gorda y trato de no creer en nada de eso. No quiero que nada ni nadie se me aparezca...

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