Tuesday, August 11, 2009

Si se me hubiera dado la física, seguramente habría estudiado astronomía.
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¿Por qué? Ah, no sé... siempre me ha llamado la atención todo lo que tenga que ver con lo que está más allá del mundo, ese que creemos que es tan inmenso y casi imposible de conocer por completo. Debo aceptar que siempre me ha gustado ver la luna y las estrellas, imaginar lo que hay más allá. Y entonces, inevitablemente pienso en lo pequeños que somos respecto del universo.
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El otro día platicaba sobre eso con la persona que más disfruto platicar. Le decía que nunca entendí bien qué son los agujeros negros. Comprendo la diferencia entre materia y antimateria, y que se conocen como agujeros negros justo porque ni la materia ni la energía, ni siquiera la luz, pueden sobrevivir .... ¿pero entonces qué?, ¿qué pasa con lo que se va ahí?
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Más allá de esas dudas que se resuelven con física y matemáticas (y que por eso mismo seguramente mi cerebro de ciencias sociales nunca llegará a resolver) lo que me deja pensando es que, así como somos de pequeños, podríamos irnos a alguna parte sin que nadie se diera cuenta. Desaparecer por completo del universo. ¿Y que pasaría entonces? Simplemente quedaría borrada la historia de cientos de civilizaciones, de miles de millones de personas que aunque hayan existido dejarían de hacerlo por el simple hecho de que nadie lo sabría...
Y eso es lo maravilloso de nuestra pequeñez. Somos tan grandes, y al mismo tiempo tan insignificantes...
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Me pregunto con cuánta gente me atravieso todos los días en la calle. Sin darnos cuenta, apuesto a que vemos no menos de 200 rostros a diario, sin cuestionar cuántos son, quiénes son, cómo se sienten... es como si formaran parte de una gran masa que pierde el carácter humano para convertirse en parte de la escenografía de nuestras vidas. Y a pesar de ello todos tienen una historia que contar, unos conflictos que resolver, unos sueños que cumplir. Dicen que cada cabeza es un mundo, y estoy convencida de eso. Es increíble que, no habiendo una verdad más cierta, seamos incapaces de notar las miles de vidas que circulan por las calles, que se suben al transporte público, que se quedan en casa.
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Tan sólo en la Ciudad de México somos más de 20 millones. Increíble pensar en la cantidad de ideas que generan, en todo lo que han observado y experimentado. Y sin embargo, no somos más que una persona más. Una persona en este océano de vidas de una sola ciudad. Ni qué decir en proporción con el mundo. Y mucho menos con el universo.
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Si uno de esos agujeros nos jalara, ¿qué sería de todos esos cuerpos, de todas esas mentes y sentimientos? Nada. Cuando desaparecen en este mismo mundo, en nuestro mismo barrio, nadie parece notarlo.
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Si un agujero nos chupara terminarían en la nada absoluta. No habrían existido nunca. Todo rastro de su existir sería completamente borrado, mientras en otro rincón alguien se hiciera las mismas preguntas sin respuesta que me hago yo, que no entiendo nada de física, pegada a la computadora en una tarde de agosto.