Saturday, September 11, 2010

Llevo meses sin escribir. Meses.
Los días ocupados se transforman en semanas, y luego en meses sin que me de cuenta. Un día porque tengo mucho qué hacer, otro porque estoy cansada, porque prefiero estar en compañía de alguien, o porque simplemente no me da la gana.

El tiempo se escurre como el agua, sin dar previo aviso.
En este periodo la vida ha dado un giro de 180 grados. Las transformaciones me han llenado de felicidad, y hasta me dan un poquito de esperanza. Creo que las cosas sí pueden salir bien, que un futuro está esperándonos. Pero también es cierto que todo ocurrió tan rápido que no he tenido tiempo de digerir nada. Y aquí están los resultados. Será que de verdad existen las enfermedades de transición. Yo que sé.

Si tan sólo pudiera leer la mente de quienes me rodean... decir las palabras en el momento indicado; saber qué piensan mientras me expreso, qué necesitan. Podría evitarme muchas estupideces. Pero no. La estupidez es parte de los seres humanos, y por lo tanto de mi propia esencia.

No es que me considere la más idiota del mundo, pero estos episodios me ponen triste, me llenan de rabia, y después me dan algo de risa. La dramática y sus amigos atacan de nuevo, con lágrimas y todo, por algo que ni siquiera tiene sentido. La verdad es que ya ni sé bien que es lo que me agobia..

En fin. Cansada de ser una estúpida, procederé a confesar lo mucho que lo extraño. Ayer estuve dando vueltas en la cama porque no podía dormir bien. Recuerdo haberlo visto entre sueños, con los ojos resplandecientes y esa sonrisa que me pone de buenas. Con sus manos suaves, su aroma, y ese no se qué que me llena de tranquilidad cada vez que estamos juntos. Esa paz profunda que se apodera de mí cuando lo veo.

Desperté con el deseo de que estuviera a mi lado. Vi la cama vacía, los kleenex y el agua en el buró, y me di cuenta de que había estado soñando. No sé por qué lo extraño tanto.
Sólo es cuestión de reencontrar el equilibrio.