Thursday, September 14, 2006

En un lugar de Coapa, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía una mujer que en ocasiones no dormía demasiado. Un poco triste, un poco aburrida, un poco rara. El caso es que cierta noche platicaba (vía la matrix) con una buena amiga quien le dio una impactante lección sobre fantasmas. Y es que no sólo existen los chocarreros, los poltergeist, y los doppelgänger. También hay incubus... ¿qué demonios es eso? "Te violan en la noche y ni cuenta te das"... aaaaaaah canijo... qué bueno que no uso pijamas escandalosas...jajaja.. en realidad sigo sin entender porqué me dio tanta risa la expresión de dicha dama. Lo cierto es que me hizo recordar un sueño que tuve hace mucho tiempo. Su impacto fue tal que sigo sintiéndolo como si hubiera sido ayer.
Salí sola en la noche. Estaba harta de sentirme nerviosa en las lecciones de manejo, así que en un arranque de valentía decidí conducir como un as del volante en medio de la madrugada. Estaba muy oscuro, y hacía frío. No se oía ni el más mínimo ruido.
Así sí me gusta. Nadie que esté fastidiándome con "mete el clutch, saca el clutch, más rápido, más lento... espejeaaaaaaa"... qué feliz me sentía de saber que no era tan lerda. Regresé a la privada sintiéndome triunfante. No quería que nadie supiera, era un triunfo sólo mío. Pero de pronto atravesó un niño corriendo. El carro se tambaleó de tal forma que supe que lo había aplastado. ¡Dios mío! ¿y ahora qué iba a hacer? Me quedé helada. Las manos me temblaban. Me bajé lo más rápido que pude para ayudarlo. Pero no había nadie.
¿Estaré volviéndome loca? Quizá es por el sueño... no sé que hora es, pero seguro más de las 3 de la mañana. El corazón me latía cada vez más rápido. No había tal niño, ni en frente del carro ni debajo de él. Quién sabe que diablos habrá sido... por si las dudas mejor regreso a la casa y finjo que nada de esto ha ocurrido.
Me estacioné como pude, entre los nervios y la extrañeza. Escuché una pelota rebotando muy cerca de mí. ¿Estás bien? ¿No te dañaste? ¡Gracias Dios mío! Pensé que había dejado cojo a alguien. Abro la puerta para pedir una disculpa al escuincle que estaba jugando a esa hora.Un momento... ¿pero qué tipo de escuincle hace eso? Qué raro.... No hay nadie. Esto está empezando a darme miedo. Escucho una risita infantil. ¿Quién anda ahí? La risa otra vez, y luego la pelota. Pero no se ve nadie. Demonios, dejen de jugar con mis sentimientos. No sé qué es lo que pretenden, pero yo mejor me bajo y me meto a la casa.
Abro la puerta, busco las llaves en la bolsa del pantalón. Siento una presencia rara. Tengo al niño junto a mí. No es muy alto, debe tener unos 7 u 8 años. No sé quién es, pero no es ninguno de mis vecinos. Se ve muy pálido y ojeroso. De hecho, la verdad es que se ve un poco transparente y verdoso, o verde transparentoso. ¡En la torre!
Ahora sí estoy asustada. Volteo a verlo con la esperanza de reconocer a uno de mis pequeños vecinitos que esté jugándome una broma cruel. Pero no. No hay nadie. Sólo escucho esa risita lejana acercándose. ¿Dónde dejé las llaves? ¿pero porqué demonios cerré con seguro cuando salí? El corazón me late cada vez más rápido. Estoy empezando a sudar. Las gotas se mezclan con un tremendo frío. Cada vez lo siento más cerca. Pero no lo veo.
Comienzo a golpear la puerta de la casa. No importa que me regañen por salirme a altas horas de la noche a probar suerte en el volante. ¡Ábranme!, ábranme de una vez por todas, que no aguanto estar aquí sola con ese.... ¡lo que sea! siento sus manos frías en la cara, me desespero cada vez más... ¿pero qué nadie oye mis gritos?
Me desperté justo como se ve en las películas de terror chafa. Brinqué en la cama, y me levanté con un ligero grito de desesperación. Uuuufffff...estoy en mi cuarto. No tengo frío. Estoy entre mis ricas sábanas, y todo está como lo dejé. No hay ningún niño macabro cerca, o al menos ninguno del que me percate. Por fin pude reírme de que una pesadilla tan barata me haya alterado. Pero es que se sentía tan real... creo que nunca había sentido eso. Todavía siento el sudor frío...

Saturday, September 09, 2006



Sin algo que hacer...
Siendo las 22 horas con 47 minutos del sábado, he descubierto que me encuentro un poco aburrida (aunque sosteniendo pláticas interesantes vía cibernética), por lo cual decidí darme a la tarea de escribir...
Esta semana resultó un poco extraña. De por sí el periodo de exámenes ya enrarece el ambiente, puesto que un alto porcentaje de los estudiantes andan por los pasillos con un semblante entre triste e histérico.
El lunes salí de mi último examen y noté que estaba lloviendo de una forma bastante sabrosa. Inferí que si intentaba manejar no podría ver nada, así que decidí esperar a que bajara un poco la lluvia. Pero Tláloc estaba haciendo de las suyas. Después de una hora de ver que eso no ocurría decidí irme. Qué bueno que mi padre estaba cerca de ahí y se ofreció a guiarme. La verdad es que no creí que fuera para tanto. El estacionamiento de mi querida institución educativa tenía muchos charcos, y algunas cascadas interiores para agregarle glamour a la situación, y al salir había unas cuantas cosas flotando. Claro, no esperaba que en la calle los topes y camellones hubieran desaparecido en las profundidades del agua, ni que las coladeras se hubieran transformado en finísimas fuentes que lanzaban líquido con gran elegancia. Pero así fue. Lo bueno es que la comadre me acompañaba en el calaca-móvil, que por un día funcionó como trajinera.
El martes se declaró oficialmente que el prejidente ejpurio gobernará México. Dicen que la democracia ha triunfado gracias al buen desempeño de las instituciones. Yo digo que fue un fracaso jamás imaginado. El actual mandatario afirma que su sucesor va a despejar el país. El ejpuriamente electo presidente declara constantemente que todos los mexicanos lo eligieron; pero yo no lo elegí. El dirigente alterno vive efectivamente en una realidad alterna. Mientras, muchos millones de mexicanos somos espectadores del circo que desgraciadamente define nuestras vidas. Si cada pueblo tiene el gobierno que se merece, comenzaré a asustarme del karma colectivo de mi México lindo y querido...
El jueves llegué a la casa a las 7:30 y no había luz. Demonios. Hubo que comer a la luz de las velas (qué romántico), y leer algunos apuntes a la luz de la linterna para no llegar en blanco al examen del día siguiente. Hubiera podido esperar a que regresara... pero eso no sucedió sino hasta las 9:45 del día siguiente. No sé qué es lo que la CFE pretenda.
El viernes pasé una mañana y una tarde excelentes en compañía del buen Gus. Creo que a eso se debió mi buen humor durante la noche. Después de mucho, mucho tiempo, consumí aproximadamente 3/4 partes de una rica ensalada de muy grandes dimensiones, en compañía de unos buenos amigos de la familia. Después de presenciar un caso de exceso de alcohol en determinada fiesta de adolescentes de la que recogimos a una chamaca, partimos hacia el hogar... dulce hogar... la cama está más rica a las 3:30 am, cuando los ojos están cansados.
¿Y hoy qué? Hoy hubo una bonita fiesta del bonito hijo de una bonita y querida amiga. La decoración estaba muy coqueta, al igual que el maquillaje de los niños y la piñata. La verdad es que se sintió el calor familiar de siempre, cosa que me hizo recordar viejos tiempos y ponerme contenta por ver a hijo, madre, abuelos, tíos y demás agregados culturales de buen humor.Y es que los niños siempre ponen de buen humor. Había una niña que usó las patas del Igor piñatesco como zapatos, uno que pasó el 50% de la fiesta sonriendo porque empujaba una silla, y otro más (el festejado) que tomó una siesta y despertó para darle una mordida al pastel.
La verdad es que fue una semana llena de cosas en qué pensar. Ahora me encuentro escribiendo sandeces para publicarlas en Internet. ¿Será que alguien las lea? No sé... Si alguien se toma la molestia, gracias. Espero que encuentre entretenida la breve crónica semanal. La verdad es que es una payasada, pero no está de más recordarla...

Sunday, September 03, 2006

Despertar ...



Despertó de un sobresalto. Las sábanas, blancas y suaves como un pétalo, estaban revueltas. Parecía que había estado moviéndose mientras se encontraba dormida, en un sueño profundo que al mismo tiempo le causaba una gran inquietud. La ventana estaba completamente abierta, de modo que una fría corriente entraba en la habitación. Podía verse la luna llena, rodeada de hermosas y brillantes estrellas. Quién sabe cuántas noches había disfrutado de la sublime vista que el cielo le ofrecía. Lo cierto es que esa no sería olvidada jamás.
Con los ojos bien abiertos, recordó lo que había sucedido esa noche. La memoria parecía invadida por una espesa neblina, apenas podía evocar lo que había sucedido hacía algunos momentos. Sus recuerdos se encontraban truncados, de forma que una mediana reconstrucción de los hechos significaba un gran esfuerzo.
Tras largas horas de escalofríos ocasionados por la fiebre, había podido conciliar el sueño alrededor de las tres de la mañana. Tenía mucho calor. Se sentía abandonada, sola en el ardiente desierto en que se había convertido la alcoba. Temblorosa, la mano derecha intentaba adivinar si su temperatura había retornado al nivel habitual. El reloj marcaba lenta y tortuosamente el paso de la madrugada. Ya no sentía las gotas de sudor frío recorriendo su cuerpo, y la opresión en el pecho finalmente había desaparecido.
El reloj, eterno guardián y testigo de la enfermedad, se había caído de la mesita de noche. Era imposible saber la hora. Sin embargo, la oscuridad del exterior revelaba que aún faltaban algunas horas para el alba. Animada por el paisaje que le ofrecía la ventana, notó que se sentía mucho mejor. Le gustaba admirar la complejidad de lo aparentemente simple, maravillarse ante la grandeza del cielo, muchas veces ignorada por quienes se han habituado a su presencia.
Se levantó de la cama, aun débil y temblorosa. De inmediato se topó con una imagen que jamás había observado. Su extrañeza era tal, que le parecía tan bella como macabra. Frente a ella se encontraba una mujer delgada, pequeña, y pálida. Había en ella algo que le provocaba una inaudita sensación.
Oculta entre la oscuridad, apenas podía vislumbrar a aquella persona que estaba en su habitación. A juzgar por los detalles que alcanzaba a apreciar, la anatomía de la mujer correspondía a la de un ser humano un tanto frágil, delicado. Su estatura no era del todo baja; y sin embargo ahí, frente a ella, pareciera que podría romperse al más mínimo golpe. Como si fuera una muñeca de porcelana, o un objeto de cristal. Llevaba puesto un fresco camisón blanco, que le cubría hasta los tobillos.
Después de algunos minutos, decidió acercarse. Quería descubrir si era una alucinación provocada por la terrible enfermedad que la aquejaba. Si era real, debía averiguar su identidad, su propósito al entrar sin previo aviso, en medio de la noche. Siguió observándola hasta toparse con su rostro, notablemente afilado. El largo cabello parecía combinar con el escuálido cuerpo, como si toda ella adoptara una figura alargada. Éste cubría medianamente la cara, aunque la mayor parte de los rasgos eran visibles.
La extraña esbozaba una sonrisa tímida, pero sincera. Sus ojos, grandes y encendidos, transmitían una quietud indescriptible. Nunca olvidaría la mirada de esa mujer, atónita y serena, como quien se encuentra gratamente sorprendido.
Entonces recordó a su madre. Su perfume, dulce como las flores, hacía gala de la dulzura que sólo ella poseía. En realidad, su instinto maternal la obligaba a adoptar una actitud en la que se combinaban, en perfecta proporción, la ternura y la severidad. Desde que el médico los previno de los graves problemas respiratorios que su hija tenía, ambos padres se dieron a la tarea de evitar situaciones poco favorables para su salud.
Cuántas veces se lo había advertido su madre. Había que ponerse el suéter, resguardarse del frío, cuidarse del agua y del viento. Estaba cansada de atemorizarse, cansada de huir de la propia naturaleza. Y entonces pasó. Esa tarde estuvo observando el cielo. Le gustaban los días nublados, aunque nunca había disfrutado de ellos sin una ventana de por medio. Sintió deseos de salir.
En la calle sintió las primeras gotas del chubasco que se avecinaba. No le importó. Esa experiencia, completamente nueva, la llenaba de emoción. Quiso sentir la lluvia de cerca. Alegrarse ante la posibilidad de que las gotas de agua escurrieran por su piel, su cabello, su cuerpo entero. Fue entonces cuando se despojó del suéter que escasamente la cubría.
Tras un largo paseo, regresó a su casa. Subió las escaleras con una agitación indescriptible. Sin poder contener la alegría, dejó la ropa empapada en el baño. Cuando estuvo seca, se dirigió a la recámara de sus padres. Quería compartir la belleza de lo que había presenciado. El relato causó una profunda preocupación. Sin embargo, la notoria felicidad de su hija logró tranquilizarlos esa noche.
Como se esperaba, las consecuencias fueron desastrosas. Al día siguiente la dificultad para respirar le impidió levantarse. Acudieron a muchos médicos. Ella se sentía atrapada entre las cuatro paredes de la alcoba. Quería volver a salir. Ahora no podría hacerlo.
No estaba arrepentida. Acaso sentía pena por sus padres. Se veían nerviosos, asustados. Era perfectamente comprensible. Había quebrantado una regla implantada por su propio bien. Nadie le reprochó su falta. Finalmente fue una forma de cumplir su sueño; la obsesión por apreciar la naturaleza de cerca no hubiera germinado de no ser por su condición.
Observó a la mujer frente a ella. Esta vez le sostuvo la mirada. Ahora la figura era más clara. Era capaz de apreciar hasta el más ínfimo detalle que la componía. Podía ver las ojeras del pálido rostro, apreciar el cansancio y la confusión de quien la visitaba. Nunca antes se había detenido a verla. Una lágrima rodó por su mejilla. Sentía un enorme miedo, pero no podía contener la felicidad que aquella experiencia le provocaba.
Eran las seis de la mañana. Un rayo de luz iluminó la alcoba. Entonces pudo ver su cuerpo inerte entre las sábanas. Con los ojos cerrados, poseía la misma conmovedora sonrisa que la mujer del espejo.



Finalmente, ¿qué es un blog? La misma cursilería que un diario, con la modalidad de que se encuentra disponible en Internet... y por lo tanto es susceptible de ser leído por cualquiera que explore la supercarretera de la información y no tenga nada qué hacer. ¿Y para qué escribirlo? Supongo que sólo para sacar digitalmente una parte de mí... pues bueno, ya se verá si algún ocioso se percata de lo que se escribe en el rincón de una calaca.

Creo que no hay mucho que contar sobre hoy. Me levanté a las 8 a.m. (como siempre, no sé porqué), desayuné un rico plato de cereal, bañé a Lola (quien por cierto sufre de stress cada vez que tiene que someterse al proceso de lavado), y me bañé yo...

Descubrí que aun estaba ronca, después de pasar varias horas gritando como un mandril en brama, con motivo del concierto de los Strokes. Ya lo sé... son unos fresas, pero no me importa. Me gustan mucho.

Ayer fue un muy buen día. Desperté después de lo acostumbrado (a las 8:45 .. woooow), y pseudo trabajé en algunas cuestiones pendientes de la escuela. Qué bonito es leer sobre lo que a uno le gusta... El caso es que después de un rato de estar perdiendo el tiempo llegó Gus, y tuvimos una plática muy interesante, como siempre...

Para variar, quisimos evitar el tráfico. Y tuvimos tal éxito que se nos hizo demasiado temprano. No importa, la simple llegada al Palacio de los Deportes ya fue todo un espectáculo gracias al interminable desfile de Julianes Casablancas y Fabrizios Mora...

Después de una hora de escuchar a Daphne's no sé qué (que la verdad tocan muy decente) la gente empezó a entrar en la desesperación contagiosa... Luego vino Jumbovisión a rescatar los ánimos, enfocando unas 30 veces a un chico bautizado como "Rigo" por la multitud, y que logró entrar en nuestros corazones.. jajaja. También tuvieron su momento de fama un niño que iba con su padre, un montón de viejas ridículas (i lov fab moretti... por Dios), una dama que se quitó la ropa en un intento desesperado por llamar la atención, y demás fenómenos de circo...

Por fiiiiiin después de coincidir con el chavo de atrás (que tocaba la guitarra con la boca) y su novia en que ya era hora apagaron las luces. Qué bien se sintió escuchar Soma, después de que hace 2 años quedaron debiéndola. Ni qué decir de Is this it?, Reptilia, Red Light, On the Other Side, The Modern age, Heart in a Cage, Juicebox, y otras tantas cancioncitas que me gustan un montón. Me vi obligada a gritar como una demente (eso que ni qué), especialmente en Last Night. Sin duda el día de ayer me trajo muy buenos recuerdos, de aquella ocasión en la que iba como novata sentimental :p .... lo mejor? pues Julian Casablancas es tentador... pero la verdad (y aunque se lea ridículo) es que la compañía era envidiable. Teniendo a mi mejor amigo, individuo y novio ahí, teníamos que pasarla bien. Creo que no recuerdo ningún momento en el que no haya estado o gritando o riendo... ¡qué bien!

¿Y luego qué? Pues nada... despedí a Gus y me percaté de que era verdad su afirmación de que me veía un poco cadavérica (qué raro) y carapálida (más raro aun) ... pero bien feliz. Me tardé un buen rato en dormir. No pude luchar en contra de traer pegada la misma musiquita, pensar en lo bien que la pasamos, y, sobretodo, en el paradero de Rigo...