El rincón de una calaca*

60 primaveras

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La ranita Ranulfa nació en una laguna hace muchos años.

Tenía amigos muy valiosos, y todos la querían porque era extremadamente noble. Obedecía a sus papás sin dudarlo, y tenía un carácter muy tranquilo. A pesar de todo, siempre terminaba metiéndose en uno que otro embrollo por puro accidente.

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Entonces atravesaba por un montón de aventuras que le abrieron el mundo y le hicieron aprender muchas cosas. Así fue como conoció a la mayor parte de sus amigos, con quien solía jugar en la charca cuando estaban sanos y salvos.

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No sé cuando fue la primera vez que escuché de Ranulfa y Etelvina. Fue entre 1989 y 1990. A partir de ahí, supe su historia completa y me emocioné con sus muchas aventuras. Me las dijiste cuando estábamos en el pasto, cuando íbamos en la camioneta, cuando me sentaba en tus piernas, en la sala, tomando chocolate caliente. Me las contaste en todas esas Navidades que pasamos juntos y que son de los mejores recuerdos que tengo de mi infancia.

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Luego no supe nada más de ella, por muchísimo tiempo.

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Después de mi año y medio de stand by, de ese terrible sentimiento de incertidumbre mezclado con insatisfacción y con la esperanza a medias, volví a saber de ella. Incluso se me escapó una que otra lágrima, porque la rana estuvo acompañándome por mucho tiempo y la extrañaba un poquito.

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Mi mamá dice que Ranulfa soy yo.

Yo creo que eres tú, hablándole a mi conciencia.

Por eso nunca me ha dejado del todo.

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Ni siquiera sé cómo expresar lo feliz que estoy por tus 60 años.

Siempre has sido mi consen, y también mi ejemplo a seguir en muchas cosas.

A fin de cuentas, toda ranita necesita un tío sapo a quien querer y admirar...