Tuesday, December 01, 2009

El bichito verde y mi reencuentro con el pasado

[RIIIIING]
6:00 a.m.
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Este despertador suena como si fuera el apocalipsis, y a pesar de ello me cuesta mucho trabajo abrir los ojos.
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Me levanto como zombie.
Todo está oscuro, y en el pasillo quizá me doy uno o dos raspones con la pared.
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La luz del baño hasta lastima.
Siento un frío infernal cuando me quito la pijama (sí, esa de cuadritos azules que tenía un simio simpático), pero desaparece de inmediato... el agua recorre todo mi cuerpo, me llena de calor, me relaja, y hasta me pone de buenas... Es como si alguien me apretara el switch de encendido de repente.
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Con los ojos (ahora sí) bien abiertos me pongo las calcetas, la blusa y el jumper que me quedan enormes, y el suéter verde tono veme-a-fuerzas.
Medio me seco el cabello y voy a la cocina, donde felizmente mi mamá tiene el desayuno. Y huele tan rico...
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Como mientras veo las noticias que a veces, aun a mis catorce años, alterno con caricaturas.
Termino rápido, me lavo los dientes (y los braquets, como demonios se escriba) con pasta dental Colgate que me recuerda al antiguo Chispagel, y ahora sí me seco bien el cabello, porque si no se me congela el cráneo...
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En el carro voy pensando en que no se me haya olvidado nada. Paso por el parque, por la casa en la que sé que vive Paulina, la plaza, el semáforo, la tiendita.... miro a la gente y a los perros que se pasean por ahí a esa hora.
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Llego a la escuela antes que toda la gente normal. Así que sencillamente me siento en la bardita, y por alguna extraña razón empiezo, como todos los días, a mirar el cielo. Algunas veces me toca ver el amanecer, y la verdad es que me encanta...
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Mis compañeros llegan poco a poco... unos sonrientes y otros no tanto. Ahí, sentada en la bardita, es más o menos fácil adivinar quién viene contento, triste o preocupado. Ellos creen que no se nota, pero después de verlos tanto tiempo la verdad es que he aprendido a adivinar un poquito lo que les pasa.
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En el salón calladita como siempre ... cuando están explicando... a veces.
Alterno la toma de apuntes con una mirada a Ale, que es y será siempre mi hermanita. Le recuerdo de mi legendaria caída bautizada como "la de changuito de circo" y trata de contenerse. Luego alguien se hace el chistoso y aprovechamos para soltar las carcajadas que traíamos atoradas desde hacía varios minutos.
Y así pasan las cosas... Alita me contagia su risa - cacareo (una que cuando recuerdo, como ahorita, me hace sonreír sólo de pensar en ella). Choi se pone completamente roja. El Alebrije se queda pasmado sin respirar, hasta que su piel adquiere una tonalidad medio guinda. ¿Yo? Limpiándome las lágrimas, porque cuando me dan ataques de risa siempre termino llorando....
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Si es miércoles, me río mucho con Claudia porque el profe de artes plásticas está bien raro. Entre las ricas texturas y su seguridad al decir que la madera es pino cuando la prueba, pasamos tres horas de lo más divertidas.
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Cuando llego al salón Rojas me agarra de la cabeza y me agita hasta que me mareo.... con todo, la verdad es que no me molesta. Su risa hace que valga la pena dejar que lo haga...
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15:20
Hora de irse a la casa.
Agarro mi mochila, que creo que pesa más que yo, y me voy como el Pípila hasta la salida. Ahí anda mi mamá...
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Me paso la tarde entre hacer la tarea y escuchar música. El disco de los 10 años de rock que tanto me recuerda a la amiga de la primaria que me lo regaló. Luego Nevermind, ahora que descubrí que todas esas canciones que me encantan y no sabía quién las tocaba eran justamente de Nirvana.
Canto/bramo y mi mamá pasa riéndose.
"¿Otra vez? Ya hasta yo tarareo ese disco..."
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En la noche duermo plácidamente en mi linda cama. Miro la luna por la ventana y me pregunto cómo será el siguiente día, con esto de que la pubertad altera las hormonas y a veces también el estado de ánimo.
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......Y pensar que ya hace tanto tiempo de esa rutina..........
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Ahora, diez años y como 40 centímetros después, me entero de que por un bichito verde alguien fue víctima de una de esas miradas mías que dicen que son peores que una mentada de madre. Lo siento mucho, ni siquiera me acuerdo del incidente. Pero me encanta la idea de compartirlo riéndonos a estas alturas de la vida.
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Después de unos minutos de plática, empiezo a [re]conocer en estos dos [ahora] hombres algunos gestos, miradas, y hasta detalles del rostro o de las manos que hacía años que no recordaba.
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Es curioso cómo funciona la memoria. De pronto parece que nos hubiéramos conocido toda la vida, como si el tiempo no hubiera pasado por nuestros rostros ni por nuestras almas....
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La rutina de antes...
todo [re]aparece.
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Me encuentro con una parte de mí que estaba como enterrada.
[Re]conozco a esos con los que compartí toda una etapa de la vida. Y sonrío porque forman parte de ésta.

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