Thursday, April 05, 2007

Hace tres años que inicié la mejor aventura de mi vida. En realidad ha transcurrido un poco más de tiempo, contando aquellos días, semanas y meses en los que me preguntaba qué rayos pasaría. Creo que las cosas sucedieron de forma inesperada. No esperaba encontrar un amigo tan bueno. Las primeras veces que noté su presencia generalmente soltaba una carcajada. Se burlaba de medio mundo, con una risa particularmente contagiosa que se me pegaba incluso cuando notaba que el objeto de la burla era yo. No fue demasiadas veces, pero de plano esto de disimular no se le daba:
- ¿de qué se ríen?
- de nada
- (seeeeeh, cómo no...)
Y él y su amiguete se reían de nuevo... pero nunca me molestó. (Ahora sé que solían decir que tengo la apariencia de una adoradora de la muerte... jajajaja burros, si yo tan tranquilita que soy)
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Total que poco a poco el señor fue volviéndose más importante, porque resultó que además de tener buen humor tenía un gran cerebro (¿acaso puede haber algo mejor?). Y sinceramente ahí las cosas se vuelven confusas. No recuerdo ni de milagro cuándo y porqué platicamos por primera vez, o cómo nos volvimos amigos. Lo siguiente que mi débil memoria registra es que el individuo en cuestión era ya uno de mis interlocutores favoritos. Y es que se podía hablar de todo; desde los recuerdos infantiles hasta la complejidad del universo, de la existencia, y qué sé yo. Lo único que sé es que poco tiempo después platicábamos en clase, en horas libres, y por si no fuera poco, también a través de la supercarretera de la información, gracias a la tecnología. Podíamos quedarnos horas.... a veces hasta la madrugada. (Conviviendo con el próximamente famoso rapero pertinentemente apodado "el chambras")
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Y entonces llegó el momento. Yo no lo sabía. Pero un buen día me dí cuenta de que las cosas ya no eran iguales, por la sencilla razón de que todo me lo recordaba, y cada vez que pensaba en él aparecía una estúpida sonrisa del tamaño de un elefante en mi calaquil rostro. Primero lo negué todo, creyendo falsamente que se trataba sólo de una buena amistad. Cuando volví a verlo, supe que no lo era.
... Amargos días siguieron entonces, cuando a diario me repetía que nada podría pasar entre nosotros. (Ah, pero no olvido a la buena amiga y sus consejos. Y cito: "qué se me haaace") Y de repente ... que va llegando el momento de la verdad. ¡Y qué verdad! Pocas veces las palabras pueden arrancarme tanto sentimientos como ese día. Caramba, de sólo evocar los recuerdos vuelvo a suspirar. Entonces los días amargos se tornaron en días jocosos con una inmensa cantidad de mariposas estomacales, sonrisas que duraban 2 horas, y un atarantamiento temporal. (Y de por sí ya soy medio tarántula)

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¿Qué puedo decir? Han sido los mejores años de la vida. Claro, cada época tiene su encanto. Pero no quisiera que este terminara nunca...
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Cada día soy más feliz, y si algo quiero en este mundo es tener la capacidad de hacer lo mismo por él.
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Te admiro, te quiero, te amo.
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(Changos, qué cursimente he bloggeado esta noche. Quizá si alguien lo lee sienta un poco de náuseas. No importa, cuando les suceda lo comprenderán... y si ya les sucedió, ¡qué gustazo me da!)

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