Thursday, June 28, 2007

Estoy en un espejo
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Los reflejos asustan a veces. Pero no importa. Me gusta jugar con la luz y la oscuridad cada vez que puedo. Y por eso me gustan las estrellas.
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Me gusta el cielo azul, el cielo gris, caminar bajo la lluvia.
Me he sentido tremendamente feliz y estúpidamente triste.
Como si no hubiera una salida...
Por fortuna, comienzo a entender que el dolor es parte de la vida, y que es sumamente útil para comprender lo que significa la felicidad.
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Ya no le tengo miedo a las lágrimas
[aunque prefiero las de alegría que las de angustia]
Y la risa... definitivamente es una de mis cosas predilectas.
Me encanta reírme, pero disfruto más de las risas ajenas... especialmente cuando quien ríe es alguien a quien quiero.
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Este mundo con tanto maldito odio,
cuando lo único que se necesita para ser feliz es amar.
Son pocos los que lo entienden.
A veces pienso que un porcentaje alto de la gente nunca ha amado. Creen que lo hacen. Pretenden porque es lo políticamente correcto. ¿Pero cuántos lo han sentido realmente?
¿Será que también yo vivo engañada? ¡Buena pregunta! Sinceramente, dudo que exista algo más intenso y más profundo que lo que he sentido.
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Me gusta la oscuridad.
Te obliga a pensar.
Sin ningún distractor visual.
Sólo pensar... mientras oigo un buen disco. No importa si es de música clásica o música gritona.
Todo son sentimientos.
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Me gusta la luz.
Te obliga a admirar.
Sin ningún distractor mental. [Aunque para admirar uno debe pensar]
Sólo admirar... mientras oigo lo que sucede a mi alrededor. No importa si es la naturaleza o si es el tipo que vende camotes.
Todo son sentimientos.
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Por eso me gustan los espejos.
Uno se mira todos los días, sin prestar atención a su propia mirada.
¿Puede reflejarse el alma?

Ahora que la transparencia está de moda (al menos en teoría), la gente gusta de explorar la información disponible para estar al tanto de las acciones emprendidas por los funcionarios públicos. La anhelada transparencia ha provocado un cierto grado de enojo hacia lo que permanece escondido, lo que pasa por debajo del agua; las cosas que no se gritan a los cuatro vientos, por lo tanto, seguro deben ser malas... pero, ¿qué tan cierto es eso?
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Creo que siempre he sido una persona bastante sincera. En ocasiones intento suavizar lo que pienso para no herir a los demás. Pero tiendo a decir lo que pasa por mi mente cuando alguien me lo pregunta. Tengo también una fuerte tendencia a decir lo que siento. Si estoy triste, enojada, contenta o simplemente tranquila, el mundo suele enterarse (en caso de que les interese al menos un poco). Se enteran en mi forma de hablar, en mis palabras, en mis acciones, en mis ojos. Sobretodo en mis ojos. No puedo (y quizás tampoco quiero) engañar a nadie que se tome la molestia de indagar en mi alma.
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Y sin embargo, sigo creyendo que hay secretos que nunca serán revelados. Cosas que ocurren en la vida cotidiana, o que pasan por nuestra mente. Situaciones que nos hacen pensar y sentir en lo más profundo del espíritu. Todo eso que guardamos para nosotros mismos.
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Los secretos siempre han llamado mi atención. Por más que alguien me conozca, dudo que sepa lo que hago antes de dormir, lo que pienso cuando me levanto, lo que siento con un beso. Mucho menos lo que escribo cuando algo me provoca sentimientos difícilmente expresados con palabras.
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Los secretos compartidos son más atractivos.
Sólo tú y yo
Como cómplices
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Los secretos no son malos. Le dan sabor a la vida.
Algunos le dan sentido a nuestra existencia.

Tuesday, June 19, 2007

[¿SABE QUÉ? ¡NO SE DEJE!]
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Últimamente he tenido muchas pláticas que derivan en lo mismo. La cosa no pinta del todo bien. Y sí, vaya que es difícil lidiar con tantos obstáculos antes de que le arranquen a uno los sueños y los ideales. Queriéndolo o sin querer, siempre terminamos preguntándonos si vale la pena.... Tanto esfuerzo para que un hijo de vecina te diga que no pueden contestarte el teléfono porque no tienes un apellido importante... Tanto preocuparse por comprender los problemas del mundo, del continente, del país, de la comunidad... y de repente te frenan con un simple "Ah no, es que la situación es difícil por el presupuesto..."
[Uh, pus uh.. hubiera estudiado pá edecán.]
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Una decepción tras otra. Los que tienen trabajo, los que no lo tienen, los que estudian, los que lo intentan, los que no saben que hacer y evaden las cosas. Definitivamente las crisis existenciales no son experiencias muy felices cuando se viven. Pero ¿será todo el tiempo así? No creo. No sé si estoy aprendiendo o si me estoy resignando. Me inclino a pensar (y deseo con vehemencia) que sea la primera. Pero quien sabe.
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De verdad espero que aguantemos. Creo que esto no le pasa a todo el mundo. Creo que es cosa de unos cuantos, a los que les importa saber de dónde vienen, a dónde van, y sobretodo para qué. No es nada sencillo. Ojalá la estupidez fuera algo de lo que se puede entrar y salir con libre albedrío. Seguro mucha gente dejaría de sufrir por un rato. Por ventura o por desventura, existen raros especímenes a los que les preocupa algo más que el "outfit" que elegirán para antrear y los amoríos de Niurka, después de que tuviera un gran pleito con Bobby Larios [¿a poco no?] Con todo y que buscamos un sentido más amplio en nuestras vidas, no somos nadie. Y todavía la mala suerte se encarga de hacernos cuestionar si todo esto vale la pena. Maldita sea, pues claro que lo vale.
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Ánimo... no podemos caernos todavía. Queda mucho camino por recorrer.
No quiero que me arrebaten los ideales... sin ellos, ¿quién demonios sería?

Thursday, June 07, 2007

Me sentía observada.
El primer día que me percaté de su presencia, salí tranquilamente de mi casa. Y ahí estaba. Parecía no darse cuenta de que estábamos en el mismo espacio, así que no le di importancia. Pero estoy segura de que fue la primera vez que la vi.
Después de varios días comenzó a inquietarme.
Siempre estaba ahí.
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Hasta que comenzó a observarme también.
Cada vez que salía de mi casa, cada vez que entraba. En mi cuarto sentía las miradas, como si pudieran atravesar las paredes. ¿Pero qué demonios quiere esta vieja? Yo ni la conozco...
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No había nadie. Mis papás, mi primo... era como si todos se hubieran esfumado de repente. No podía recordar si habían salido de viaje, o si los horarios eran tan distintos que ya nunca coincidíamos. El teléfono no sonaba. El timbre tampoco. Todos dejaron de buscarme.
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Ahí, en mi habitación, hundida en mis pensamientos trataba de encontrar una respuesta a las muchas interrogantes que abrumaban mi mente. Cosas extrañas habían sucedido desde el día en que noté su presencia, desde el día en que osó mirarme. Algo me decía que las cosas no iban bien.
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Me miraba con asombro. Quizá con espanto. ¿Estaría loca? No sé, y no me importa. Pero venir a mi casa todos los días sólo para quedarse observádome... eso no podía ser normal. Siempre había logrado escabullirse, toda vez que le sostuve la mirada termino por rendirse. Simplemente se escondía, no sé en dónde y no sé cómo. Pero dejaba de verse, como si se desvaneciera en el aire.
No podía dormir. Me sentía terriblemente sola. La casa estaba oscura y silenciosa. ¿Dónde estaban todos?, ¿porqué se habían marchado? No podía recordarlo. Daba vueltas en la cama, agobiada por las dudas y el insomnio. Y ese insoportable frío...
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¡Maldita sea! ¿quién es esa mujer que me mira con asombro todos los días?, ¿porqué está aquí, porqué me observa? , ¿porqué me pasa esto a mi?
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Entró a mi cuarto. ¿Cómo se atrevía a entrar en mi espacio?, ¿con qué derecho invadía mi privacidad? No podía seguir con esa inquietud, y por alguna extraña razón sabía que era ella quien la producía. Decidí hablarle. Habría podido ignorarme hasta entonces, pero esta vez no. No iba a permitir que esa situación continuara.
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- ¿Quién eres?, ¿qué es lo que quieres y porqué demonios me persigues?
Me miró atónita. Comenzó a agitarse, pero permaneció petrificada. Ahí, en frente de mi, completamente inmóvil. Pude adivinar que estaba gritando en su interior. El miedo se había apoderado de su sombrío rostro.
Mi mirada se dirigió hacia el espejo que yacía a sus espaldas. Lo único que pude ver fue una imagen borrosa.
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Y entonces lo entendí.
La muerta era yo