Tuesday, May 29, 2007


*nota: la imagen no tiene absolutamente nada que ver con lo que voy a escribir, pero está inspiradora, ¿no?

¿Pero cómo demonios puede uno saber si se está loco?

Yo no lo sé, nunca lo he sabido. Creo que soy completamente normal... bueno, quizá un poco (o un mucho) complicada, pero ¿quién no lo es? los seres humanos somos complejos... y si no lo fuéramos no tendríamos ningún chiste. Y sí, siempre he sentido que estoy cuerda, aunque me dijeran/digan cosas como "eres demasiado idealista", "te gusta la música de hombre", "estás bien rara", "piensas demasiado", o el simple y directo "¿qué te pasa?"

Pues bueno, hoy no quiero hablar de las miles de cosas y dudas existenciales que pasan por mi cabezota. Lo que sucede es que hace algunas semanas alguien me preguntaba si nunca he pensado que a lo mejor los locos no están locos, sino que tienen capacidades jamás imaginadas por los demás. Y la neta es que sí, lo he pensado muchísimas veces... por alguna extraña razón hoy he estado reflexionando al respecto. No logro descifrar nada.

Justo hace tres días que me explicaron que el funcionamiento del cerebro está relacionado con muchas cosas. Principalmente, puede descomponerse en material genético, la personalidad individual, y la experiencia. Aunque la experiencia tiene, por supuesto, que ver mucho con la personalidad... es posible que dos o más personas tengan una vivencia idéntica, pero todos la interpretarán de manera distinta...

Así que ¿quién está loco? porque a lo mejor la agresividad, o la depresión o lo que sea no es locura sino una forma de vida... o una manera muy personal de lograr los objetivos individuales, y es por eso que el resto no lo entendemos. ¿Y qué hay de los que ven cosas? pues quién sabe... dicen que hay gente más sensible a los fenómenos sobrenaturales. Aunque quien lo dice es precisamente quien dice que aquí abundan extraterrestres, ángeles, demonios, duendes, hadas, unicornios, y hasta trolls... pero... ¿quieren vernos la cara?, ¿lo ven realmente? y si lo ven... ¿están dementes? , o ¿es sólo que los demás no lo vemos porque no queremos, no tenemos suficiente sensibilidad o suficiente fe... creo que no existe una respuesta.

¿Y si los locos somos los que creemos que estamos cuerdos? Porque podría ser que, tal como le paso al mismísimo Neo, haya un mundo totalmente distinto afuera. Así como pasa en lo que creemos real. Por ejemplo, tendemos a juzgar las cosas desde nuestro particular punto de vista, sin darnos cuenta de que existen miles de civilizaciones con culturas, valores y creencias distintas. Suponemos que nuestras creencias son las verdaderas. Pero ¿cómo saber si el mero jefe es Jesús, Alá, Buda... o un dios desconocido hasta ahora? O si no hay un dios... a lo mejor somos un sueño, o un libro, y estamos en manos de alguien. Y a lo mejor no estamos en manos de nadie pero nos gusta creerlo porque es terriblemente macabro pensar que todo, absolutamente todo, depende de nosotros mismos... que estamos solos. No me gustaría estar sola, por eso creo que tengo guardianes en el cielo .. claro, sin pasarme de fantasiosa (¿o sí?)


¿Y será que todos se hacen preguntas como éstas?, ¿o será que ya estoy medio tocadiscos? o... ¿estaré ahora cuestionándome tanto que estoy más cerca de la verdad? y sobretodo: ¿qué demonios es la verdad?


Hoy estoy contenta. ¿Porqué? la verdad es que no lo entiendo, porque tal parece que los astros se han alineado de tal forma que fastidian al 80% de las personas a las que aprecio... por todos lados me encuentro con gente que no sabe qué hacer, a dónde ir, cómo, y para qué. Y por supuesto, yo misma formo parte de ese clan de personalidades perdidas, listas para enfrentarse al mundo pero que no tienen la más remota idea de cuándo y cómo (aunque existen ciertas ideas y fantasías en nuestras mentes retorcidas)
Pero hoy sí estoy contenta. Y lo más raro es que todo se lo debo a un tropiezo que ahora no considero como tal. Bueno, pues el caso es que no logré lo que quería... ¿y adivinen qué? sigo respirando, no me falta ningpun brazo, mi capacidad cerebral es la misma, y ... mi autoestima está medio herida, pero sé que se repondrá pronto.
Lo cierto es que hay muchos caminos para llegar a la meta. ¿Cuál es la meta? emm.. quizá debo pensarlo de nuevo. O tal vez nunca estamos completamente seguros, porque cuando llegamos aparece otra, que pareciera estar más lejos. Me he dado cuenta de que los fracasos nunca son fracasos en realidad. La trilladísima frase de "nunca se cierra una puerta sin que se abra una ventana" es cierta (o así me gusta pensar). ¿Qué perdí? nada. A lo mejor un poco de tiempo. ¿Qué gané? experiencia, un poco más de madurez para aceptar las cosas. Aprendí a dominar las emociones, que no pasa nada si no se logran las cosas a la primera. Aprendí que nunca hay que darse por vencido, y que la adversidad es parte de la vida (gracias H.H.!)
Sobretodo, he de agradecer el encontrarme con gente que no sólo es genial y está dispuesta a apoyarme, sino que posee gran sabiduría. Uno me exhortó a no considerar mi situación actual como un obstáculo o un problema, sino como una circunstancialidad que no tiene porque intervenir en mi proceso de formación. El otro, simplemente me conminó a ser como el Brody.
Y vaya que tiene sentido.

Tuesday, May 01, 2007

Cada vez que sostengo entre mis manos fotografías de la infancia vienen a mi mente un montón de recuerdos. Es verdad que hay algunos amargos. Pero la inmensa mayoría son tan buenos que con frecuencia me sorprendo a mí misma esbozando una gran sonrisa.
- ¡Qué jardín tan grande!
- Dice mi papá que va a tener pasto
- ¿Y vamos a poder dar marometas?
- Yo creo que sí... ¿pero ahorita qué hacemos?
- Correr...
- Y jugar con la tierra
- A mí lo que me gusta es comérmela
- ¿Y si construimos un puente?
- O una casa
- O un castillo...
La memoria no me falla. Lo sé porque las fotos no mienten. Y ahí estamos, en la cochera, Pamela, Pepe, Daniella, Ale y yo. Todos manchados de lodo, pero bien contentos.
Por ahí de los 7 años de edad, comenzó la tradición de visitar a mis abuelitos en Comala cada verano. Hacía un tremendo calor, por lo que las primas aprovechábamos para refrescarnos en la pila de la casa. No era muy grande, pero excelente para jugar un buen rato. Recuerdo como si hubiera sido ayer (y ya empecé a hablar como anciana) que traíamos de moda las Olimpiadas de Barcelona. Así que jugábamos a que éramos clavadistas. Ninguna podía pedir México, porque si no empezaban los pleitos... no sé porqué, pero yo siempre terminba eligiendo Rusia. Lo mejor es que siempre ganábamos todas la medalla de oro, para no despertar envidias ni mucho menos. Y Adriana hacía un gran espectáculo de concentración antes de echarse al agua. (JAJAJAJA)
Supongo que siempre la pasábamos bien en el agua, porque a la hora de bañarse era igual. Nunca quedábamos completamente en cueros, por aquello del pudor. Llenábamos el piso del baño con agua enjabonada y nos deslizábamos de rodillas, hasta topar con pared. Jugábamos a darnos vueltas en el mismo jabón para ver quién aguantaba más, nos hacíamos vestidos y peinados con la espuma... imaginábamos cascadas, ríos, lluvia. Y cómo olvidar la jugarreta entre mi prima y yo, para asegurarnos de que siempre le tocara secar el baño a la otra. (Umm... y eso duró años, ¿cómo es que no se daba cuenta?)
Un día Ramsés nos enseñó a hacer burbujas con un poco de detergente. Recuerdo que la pasamos muy bien ese día (de hecho, tengo una foto en mi pared). A partir de entonces nos volvimos aficionadas. Hacíamos trenes de burbujas, o nos subíamos a la azotea para que el niño de los vendedores de la iglesia se divirtiera tratando de reventarlas. Qué tiempos aquellos... Ni qué decir de los "tesoros" que enterramos tantas veces en casa de mis bisabuelos. A veces todavía me pregunto si seguirán ahí, si algún día las encontrará un curioso o permanecerán ahí hasta el fin de todo.
[Ustedes están presentes en todos mis recuerdos infantiles]
También recuerdo, y no puedo evitar carcajearme cada que lo hago, las anécdotas tijuanenses tales como el juego de "¡Liberen a Willyyyy!". Aunque siempre temí que mi abuela fuera a caerse cuando aventaban la ballena gigante de peluche por las escaleras, debo aceptar que me daba mucha risa.
- Aaaaah pá, me dijo joto....
- Ya cállate y vete a tu cuarto, regresas cuando te calmes
- Pá... ya me calmé
- No es cierto
- ¡Que siiiiiiiiiií, que ya me calmeeeeé!
[Y no se me olvida que me distraían mientras Santa escogía los regalos que amanecerían al día siguiente]
No cabe duda. De niña, todos los días me levantaba con una sonrisa. Quizá es por eso que me rehúso a convertirme en una adulta aburrida, y continúo riéndome de todo lo que puedo.
Lo mejor de todo: que aun me llevo con muchos de quienes marcaron mi infancia.
¡Los quiero!