Sunday, April 29, 2007

KoRn - Hollow Life



Así me siento hoy, después de una gratificante plática... de verdad, gracias al universo por ponerme en contacto con seres humanos que realmente actúan, sienten, y viven como tal.

Pongan atención a la letra, es una de las que más me gustan de Korn, aunque con ella no se pueda gritar y brincar como demente...


No estamos solos.

Wednesday, April 25, 2007

Gracias a todos los ociosos que entran al rincón de un calaca para leer un poco.
Ahora les dejo una recomendación, a todos aquellos que se interesen por apoyar a quienes quieren producir cosas de calidad (y no fregaderas). De paso se cultivan un poco y favorecen la creatividad de nuestros compadres...
la dirección es www.320kbitsrecords.com.mx (no sé si esta liga funciona, espero que sí)
También pueden entrar a través de los links de selección calaquil que tienen a la derecha de la pantalla...
Gracias por leer,
atte la calaca

- Debes creerme. No soy yo quien ha arruinado las cosas. Sólo quise darte la mano cuando creí que lo necesitabas.
- ¿ Y a qué demonios viene eso? Mírame. Estoy cada vez más delgado, más triste, más sucio.
- No es mi culpa. Tú no has querido mejorar ni esforzarte en lo más mínimo. No soy tu madre.
- Lo que pasa es que nadie se toma la molestia de entenderme.
- A mí tampoco. Por cierto, ni siquiera tú lo intentas.
- Es que es diferente. Tú todavía tienes por quién luchar. Yo, en cambio, estoy a punto de rendirme.
- ¿Rendirte? Vamos, no lo has hecho en muchos años. ¿Porqué ibas a rendirte ahora y no antes?
- Porque ahora estoy cansado.
- Eso has dicho siempre.
- Y tú también.
- Sí, estoy cansada.
- ¿De qué?
- De ti. De todo el mundo, porque jamás he sentido una mísera pizca de solidaridad.
- ¿Estás segura?
- Completamente
- A mí me pasa lo mismo.
- ¿Porqué será?, ¿porqué será que nadie ha querido ayudarnos?
- Creo que es porque todo lo tienen. Y no lo quieren compartir.
- Lo mismo opino.
- Entonces estamos de acuerdo en todo.
- No lo creo. Estoy harta de ti.
- ¿Cómo harta?, soy yo quien quiere salir huyendo de esta asquerosa casa. No soporto más vivir aquí.
- Pues márchate de una vez por todas, que nadie te obliga.
- Lo que quieres es quedarte con la casa, y con las pocas cosas que le quedan.
- No. Lo que pasa es que mis necesidades son mayores que las tuyas. Además ya no tienes por quien luchar. Yo sí tengo. Tanto derecho tengo como tú de permanecer aquí. O quizá más.
- Maldita sea. Nadie me apoya. Nadie me entiende. A nadie le importo. Los odio a todos.
- De esto se enterarán los demás.
- ¿De que los odio?
- Precisamente de eso. Lo sabrán. Me apoyarán en todo este asunto.
- ¿Es que tú no los odias?
- Sólo a algunos. Sólo a veces... cuando no están dispuestos a ayudarme.
- Ahora entiendo porqué seguimos juntos, a pesar de todo...
- ¿Porqué? No encuentro nada que me una a ti más que tus propios carpichos.
- No es eso. Es mucho más profundo. Nos unen la locura y el odio.

Monday, April 16, 2007

Hace mucho tiempo que no iba a una feria. Muchísimo. Recordaba que era divertido, pero definitivamente no imaginé que ir de nuevo me trajera tantos buenos recuerdos.

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La feria de San Marcos es enorme. En todo el centro no hay un solo espacio de estacionamiento, así que hay que caminar bastante. No es nada molesto, porque entre la caminata se pueden ver miles de cosas; desde gente bailando hasta niños deslizándose en el alto tobogán de nieve artificial. En ese lugar hay locales de recuerdos, de artesanías, dulces, bebidas embriagantes, y juegos de destreza: "Pásele a la argolla saltarina, la argolla saltarina; ensártela y así de fácil, así de fácil gánese un bonito premio ... a veeeer esos concursantes con pies de plomo, apúrenle que si no las lanzan menos oportunidades de ganar hay ... mire usted pásele, páaaasele al juego del gato, haga una línea y llévese el retrato de Licha Villarreal, y si no le gusta llévese entonces un bonito perro de peluche, ¡igual de bonito!"

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El pequeño "mocho" estaba muy sonriente, observando el caudal de gente (casi increíble) que se divertía en la feria. Lástima que no pudo subirse al carrusel. Se veía bastante emocionado con los caballos, que desafortunadamente tenían una falla y no permitían que nadie cabalgara por el momento. Lo que sí fue divertido fue convertirse en bufones involuntarios al tomar una foto estilo rancho mexicano. La escenografía y los disfraces se veían graciosos, por lo que la gente se amontonó. Satisfaciendo su curiosidad, observé no menos de 20 rostros sonrientes esperando los resultados. No olvidaré al señor de azul, quien insistía en que integráramos una botella de Tequila al cuadro familiar y parecía ser el más feliz entre el tumulto.

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Y nunca faltan las salvajadas. El mentadísimo bungee se eleva a grandes alturas, y no es el tradicional. En esta modalidad, los cables (resortes, o como se llamen) se enganchan a una esfera con tres pasajeros. De modo que cuando se sueltan no sólo salen disparados y experimentan la caída libre, sino que rebotan varias veces. Además, su forma permite que den más de 5 vueltas. Cuando están de cabeza, a una chica se le sube la falda y grita más que nunca. Puedo escucharla hasta la base del juego. Ni a golpes me subiría a una cosa así.

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Caminamos entre nubes de algodón de azúcar. Y no lo digo en sentido figurado. Al parecer el señor era nuevo en el negocio, porque uno de sus brazos (y también su gorra) estaban llenos de dulce. Algunos pedazos salían volando y se mezclaban con la gente, que pertinentemente los atrapaba en el aire para degustarlos. Algunos volaban tan alto que desaparecieron de nuestra vista.

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Junto al casino había dos cosas que llamaban la atención (incluso más que el tipo ebrio que un día antes había estado pidiendo insistentemente Jotos en la mesa de blackjack). La primera era otro ebrio, que contrató a la banda para tocar un par de canciones mientras él cantaba y bailaba como todo un norteño. Luego dejé de observarlo, porque tenía la mirada muy fija y temí que quisiera incluirme en su fiesta personal. La segunda era un grupo de pachecos (que bien pachecos estaban, en su mayoría) que tocaban música africana. Los tambores sonaban bastante bien, y había un gran círculo de espectadores. Algunos le echaban tantas ganas que contagiaban la energía. Dos mujeres pasaron al centro a bailar; lo hicieron muy bien. Después pasó un niño, como de 6 años, que causó sensación por su ritmo a tan temprana edad. Finalmente, cuando el sol se hubo escondido, un chavo de unos 17 danzó con fuego. En combinación con la música me pareció espectacular.

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Hubo que despedirse de la feria y de los acompañantes. Suena triste al principio. Afortunadamente, pude quedarme con una sonrisa en la boca hasta que me quedé dormida.



Thursday, April 05, 2007

Hace tres años que inicié la mejor aventura de mi vida. En realidad ha transcurrido un poco más de tiempo, contando aquellos días, semanas y meses en los que me preguntaba qué rayos pasaría. Creo que las cosas sucedieron de forma inesperada. No esperaba encontrar un amigo tan bueno. Las primeras veces que noté su presencia generalmente soltaba una carcajada. Se burlaba de medio mundo, con una risa particularmente contagiosa que se me pegaba incluso cuando notaba que el objeto de la burla era yo. No fue demasiadas veces, pero de plano esto de disimular no se le daba:
- ¿de qué se ríen?
- de nada
- (seeeeeh, cómo no...)
Y él y su amiguete se reían de nuevo... pero nunca me molestó. (Ahora sé que solían decir que tengo la apariencia de una adoradora de la muerte... jajajaja burros, si yo tan tranquilita que soy)
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Total que poco a poco el señor fue volviéndose más importante, porque resultó que además de tener buen humor tenía un gran cerebro (¿acaso puede haber algo mejor?). Y sinceramente ahí las cosas se vuelven confusas. No recuerdo ni de milagro cuándo y porqué platicamos por primera vez, o cómo nos volvimos amigos. Lo siguiente que mi débil memoria registra es que el individuo en cuestión era ya uno de mis interlocutores favoritos. Y es que se podía hablar de todo; desde los recuerdos infantiles hasta la complejidad del universo, de la existencia, y qué sé yo. Lo único que sé es que poco tiempo después platicábamos en clase, en horas libres, y por si no fuera poco, también a través de la supercarretera de la información, gracias a la tecnología. Podíamos quedarnos horas.... a veces hasta la madrugada. (Conviviendo con el próximamente famoso rapero pertinentemente apodado "el chambras")
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Y entonces llegó el momento. Yo no lo sabía. Pero un buen día me dí cuenta de que las cosas ya no eran iguales, por la sencilla razón de que todo me lo recordaba, y cada vez que pensaba en él aparecía una estúpida sonrisa del tamaño de un elefante en mi calaquil rostro. Primero lo negué todo, creyendo falsamente que se trataba sólo de una buena amistad. Cuando volví a verlo, supe que no lo era.
... Amargos días siguieron entonces, cuando a diario me repetía que nada podría pasar entre nosotros. (Ah, pero no olvido a la buena amiga y sus consejos. Y cito: "qué se me haaace") Y de repente ... que va llegando el momento de la verdad. ¡Y qué verdad! Pocas veces las palabras pueden arrancarme tanto sentimientos como ese día. Caramba, de sólo evocar los recuerdos vuelvo a suspirar. Entonces los días amargos se tornaron en días jocosos con una inmensa cantidad de mariposas estomacales, sonrisas que duraban 2 horas, y un atarantamiento temporal. (Y de por sí ya soy medio tarántula)

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¿Qué puedo decir? Han sido los mejores años de la vida. Claro, cada época tiene su encanto. Pero no quisiera que este terminara nunca...
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Cada día soy más feliz, y si algo quiero en este mundo es tener la capacidad de hacer lo mismo por él.
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Te admiro, te quiero, te amo.
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(Changos, qué cursimente he bloggeado esta noche. Quizá si alguien lo lee sienta un poco de náuseas. No importa, cuando les suceda lo comprenderán... y si ya les sucedió, ¡qué gustazo me da!)